miércoles, 24 de febrero de 2016

Diario de Práxedes Mateo Sagasta - Una España más justa y para todos

Madrid, 1881.

Hoy llego a casa echando cohetes(literalmente, por poco incendio el rellano y me he llevado un sartenazo de mi mujer Ángela, así que no he necesitado cenar). Por fin el rey Alfonso XII ha accedido a mis exigencias, por fin los liberales podemos sustituir a los conservadores en el gobierno. La gente ya se aburre de ver a Cánovas "con el bastón en la mano", se necesitan caras nuevas, otras manos que sostengan ese bastón, otra persona que ejerza el poder, otro presidente de España.

Hemos pactado, el rey Alfonso XII, el líder de los conservadores Antonio Cánovas, y yo, líder de los liberales, una forma de gobierno propuesta por Cánovas e inspirada en el modelo británico, el bipartidismo o turnismo. La veo un modo muy justo de gobernar, puesto que ambos partidos nos iremos cediendo el testigo en el poder, por lo que gobernarán los dos partidos que representan a los españoles a lo largo del tiempo. Además, se le da a la población el protagonismo político y se evitan los pronunciamientos. ¡Menos mal, que como te dé por pronunciarte, te cortan la lengua los policías y sólo te alimentas a base de sopa!(aunque yo ya bien la he probado, ¡Madre de Dios bendito!, aún me duele el sartenazo... veo más estrellas que un astrólogo).

Este nuevo sistema ofrece otra gran ventaja, y es que el rey se hace intermediario en la vida política, así se evitan los altercados inesperados que puedan surgir entre ambos partidos y, si vemos que no nos gusta el turno conservador, presionamos a Alfonsín para que convoque elecciones, aunque contamos con el infortunio del pucherazo(no, no me ha dado hoy por los golpes con instrumentos de cocina), haciendo que pierda el partido que en realidad ha ganado.

Sin embargo, a pesar de las irregularidades que se puedan ocasionar en la política, ninguna es comparable a lo que pueden hacer los anarquistas. Ni conservadores ni liberales podemos estar tranquilos ante el surgimiento de este grupo de bárbaros desalmados que, por no mancharse las manos de tierra, se las manchan de sangre sembrando en la ciudad terror en vez de hortalizas en el campo. Pero en fin, nuestra suerte va con Dios...

Bueno, concluyo esta página de mi diario deseando el triunfo de este novedoso sistema de gobierno. ¡Suerte y justicia!

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